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Pero él no estaba convencido del todo. Claro está que cuando tu padre te dice algo tiene que ser verdad, ¿no? Tienes que creerle. O eso creía él por aquel entonces. Lo que su padre no sabía es que él sí sabía, que Hasky no estaba en el Manzanares, porque estaba nadando en la pecera.
Ellos no sabían distinguir a Harry de Hasky. Él supo distinguirlos desde el primer día, desde el momento en que llegaron a casa en una bolsa transparente y raquítica. Apenas se podían mover ahí dentro. Cuando volcó la bolsa en la pecera nueva; reluciente y nueva, sintió la felicidad de los peces. No es que tuvieran mucho más sitio, pero nadaban dando vueltas en la esfera, sin parar nunca, como si no se diesen cuenta de que es eso lo que hacían, dar vueltas.
Harry era más naranja que Hasky. Por eso podía distinguirlos. Cuando llegaron a casa mamá me dijo que tenía que encontrar sus nombres. Eso me dijo, encontrar. Debía mirarlos y saber sus nombres sin que ellos abrieran la boca. Como ella hizo con nosotros. Eso es algo bastante difícil, sobretodo para un niño de seis años. Harry era muy naranja, casi como una mandarina bien madura, así pude distinguirlos. Hasky, en cambio, era más bien amarillento, desteñido, como las camisetas que se pone papá los domingos.
- Mamá, ya he encontrado su nombre.
- ¿En serio? ¿Y cuál es?
- El naranja es Harry. El amarillo todavía no tiene nombre.
- ¿El naranja y el amarillo? Pero si son iguales.
- No, no lo son. Tú no puedes verlo porque eres mayor. Pero yo si puedo. Uno es naranja y el otro amarillo. Y el naranja es Harry, y es mi preferido. Siempre me ha gustado más el color naranja.
- Y cómo vas a hablar con el amarillo si no tiene nombre.
- Mamá, deberías saber que los peces no hablan.
No sería hasta dos semanas más tarde cuando encontramos el nombre de Hasky. La idea me la dio mi hermana pequeña. Solo tiene cuatros años pero de vez en cuando se hace escuchar. Me dijo que le pez pequeño se llamaba Hasky. Que él mismo se lo había dicho en un sueño. No sabía si debía creerla, pero le nombre de Hasky me gustaba.
- No digas chorradas, Marta. Harry y el otro pez son iguales.
- No, no lo son. El otro es más pequeño y se llama Hasky. Tú no puedes verlo porque ya eres mayor. Pero se llama Hasky. Me lo dijo ayer, en un sueño. Nadaba con ellos en la pecera y el pez pequeño me dijo que se llamaba Hasky.
La historia parecía bastante contundente, así que fue de esta manera como aquellos peces encontraron sus nombres. Y yo acepté como un hombre que ya era demasiado mayor para ver que Hasky era un pez más pequeño. Aún así, yo seguía prefiriendo a Harry. Tal vez no veía que era el más grande, pero lo que sí podía ver es que era el más naranja. Y el naranja seguía siendo mi preferido.
Por eso yo sabía que papá mentía. Me dijo que Hasky se encontraba mal y que se lo había llevado al Manzanares. Pero Hasky seguía vivito y coleando en su pecera. El que había desaparecido era Harry.
- Javi, ¿Por qué dice papá que se ha llevado a Hasky? Le he dicho que Hasky está en la pecera y dice que no diga tonterías. Tú me crees, ¿verdad? Hasky está en la pecera. ¿Tú me crees, no?
- Si te creo. Claro que Hasky está en la pecera. Tu pez pequeño y amarillo sigue en la pecera.
- No es amarillo.
- Si, claro que lo es. Es amarillo. Y odio el amarillo.
- A lo mejor Harry se ha marchado.
- Si, a lo mejor.
Fui al cuarto donde papá estaba leyendo y le pregunté qué había hecho con Harry. Le dije que no estaba en la pecera, que yo sabía muy bien distinguir a mi pez y que no estaba en la pecera. Entonces él me sentó a su lado y me dijo que estaba enfermo y que lo había llevado a la tienda de animales, para que lo curaran. Que me había dicho que estaba en el Manzanares para que no estuviese triste.
Me dijo que iríamos a la tienda a por él. Que ya lo habrían curado y que iríamos a buscarlo. No sabía si fiarme de él. A fin de cuentas ya me había mentido una vez. ¿Por qué no iba a hacerlo una segunda? Sé que lo hizo para no preocuparme, pero yo ya soy mayor. Si no puedo ver que Harry es un pez grande es porque ya soy mayor. Y los mayores puedes saber la verdad, sin llorar ni nada. Yo no habría llorado si me hubiese dicho la verdad. Marta a lo mejor si, pero yo no.
La tienda de animales me encanta. Siempre que hacemos la compra paramos en la tienda de animales. Casi nunca me dejan entrar pero puedo quedarme un rato mirando a los perros del escaparate. También hay conejos, pero lo que a mí me gustan son los perros. Los miro a todos y decido cuál me llevaría a casa. Cada día es uno diferente. Y cada día le pregunto a mamá cuándo me lo podré llevar.
- Cuando seas mayor.
- Ya soy mayor.
- Ya sé que eres mayor. Pero para cuidar a un perro tienes que ser más mayor. Tendrás que encargarte de él. Darle de comer, llevarlo a pasear, todo eso. Todavía eres muy pequeño.
- ¿Cuando tenga 7?
- Cuando tengas 8, ya veremos.
Después de la visita habitual a los perros del escaparate, aquel sábado entramos en la tienda. Íbamos a buscar a Harry. Papá me dijo que me acercara y que buscara a Harry en la pecera. Había muchos peces de lo que parecía ser un color naranja, pero ninguno tan naranja como Harry. Le dije a papá que allí no estaba.
- Si está. Búscalo bien.
- ¿Pero no ves que ninguno es Harry?.
- Lo sé, pero ha estado enfermo. Los peces cuando están enfermos pierden el color. Cuando lleve unos días en casa volver a ser naranja. Anda, ve y busca a Harry.
Y así lo hice. Me llevé el pez más naranja de todos los que nadaban en la pecera. En casa esperaba a que se volviera tan naranja como había sido Harry, pero eso nunca sucedió. Así que fui al cuarto de papá y se lo dije.
- Papá, le he buscado un nuevo nombre al pez. Ahora se llama Perry.
- ¿Ahora?
- Si, no creo que debamos llamarle Harry. Cuando Harry vuelva se enfadará si le hemos dado su nombre a otro pez.
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1 comentario:
Me encanta. Sencillamente precioso.
Enhorabuena.
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